Me gustaría ver a Saramago (es una pena que ya no respire) escribiendo sobre el tema que da título a esta ¿reflexión?. Primero la ceguera, luego la lucidez y al final del túnel, entre cortinas roídas, la mediocridad. Sería otro éxito.
Porque en este mundo en el que destacar sobre los demás se convierte en una necesidad casi vital, en el que necesitamos saber que somos mejores, que podemos aportar algo y que aún nos quedan (ojo, sólo a nosotros) cosas por inventar, la mediocridad está más presente que nunca.
Somos mediocres, sois mediocres, lo siento, es así. Y somos mediocres precisamente por intentar no serlo. Porque ser mediocre es muy fácil, la sociedad nos construye y nosotros nos lo creemos.
Hasta ahora sólo he conocido a una persona no mediocre. No ha hecho ninguna exposición, ni publicado ningún artículo en una revista especializada, tampoco da clases aunque imparte sus enseñanzas a unos pocos privilegiados. Piensa, lee, pero no da la vara, ¿y sabéis qué? tiene las manos rajadas de construir muros.