Sucede, a veces, desafortunadamente pocas, un encuentro con una persona especial, de las que, aun sin conocerlas, sabes que son en esencia buenas personas.
Y esto viene a que el otro día me hacía falta un lápiz, así que entré en una librería del "barrio donde habito". Los que me conocen saben bien que, por tradición familiar ;) tengo la costumbre de entrar en comercios pequeñitos y más si son librerías o papelerías. Se me entiende.
Bueno, a lo que iba. Que entré, y detrás del mostrador no había una señorita de uniforme como en la FNAC o en el Corte Inglés, había un viejito bajito, con la piel morena y el pelo blanco, y el típico uniforme de abuelo, nada más. Se dio cuenta de que no era de allí y tras explicarme con una sonrisa en la cara la diferencia entre lapiz y lapicero me puso un lápiz (seguro que era un lápiz) entre las manos, me las apretó, y me dijo que estaba "tudo bem", que no me lo cobraría.
Yo insistí, no estarán las cosas como para tirar cohetes para el pequeño comercio portugués, pero el señor no aceptaba el dinero, llevaba con ese negocio toda la vida y le faltaban dias para cerrar para siempre.
Hoy, he vuelto a pasar por la pequeña papelería, pero ya no había gomas, ni carpetas, ni máquina de fotocopias, sólo había unos cuantos obreros entre cementos, tablas y martillos desmontando el pedazo de vida del señor de los lápices.
Un hurra por el pequeño comercio y su gran esfuerzo!!! Ánimo!!!! Me ha encantado esta entrada Rita...
ResponderEliminar!que bonito relato¡, !lastima¡ que los jovenes no vean las tiendas pequeñitas de barrio como las ves tu
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